martes, 19 de noviembre de 2013

Amigas


Déjalo, me digo, es completamente imposible escribir algo sobre tus amigas que no sea cursi ni se parezca a esos interminables powerpoints de sucesivos paisajes dorados sobre los que van apareciendo en tipografía arcaizante frases almibaradas acerca de los poderes mágicos de la amistad femenina.  Misión imposible decir sin cursilería lo que ellas son y significan; lo que admiras en ellas y para lo que sirven; lo mucho que te gusta la película de tu vida cuando aparecen a tu lado, a veces vestidas de colegio, o embarazadas, o con traje de novia, o de luto (al fondo de la foto están el final de la calle Velázquez, la sombra de un alcornoque, Gibraltar, el Taj Majal, el Camino de Santiago, Knightsbridge, Benavente, Oyambre, un hospital, un despacho en el Viso, una tienda, una playa, un vaso de vodka helado).

Misión imposible contar sin tópicos lo orgullosa que te sientes de estar cerca de ellas mientras avanzan por los años; de verlas enfermar con valentía, esforzarse con elegancia, fracasar con humor, emprender con éxito; de verlas discutir, sufrir,  caer y levantarse, envejecer, enamorarse y desenamorarse, errar, acertar, aprender, cotillear, callar, ser buenas y malas y regulares y al final siempre buenas para ti, porque para eso son ellas, y han obtenido a tus ojos ese grado arbitrario y ciego que es la amistad, con la que te premian también a pesar de todo, con la que te regalan toneladas de aire puro, toneladas de salud mental. Imposible escribir nada sobre ellas que no sea terriblemente cursi. Necesitarías saber hablar de la generosidad sin sonar a monja, de la alegría sin parecer infantil, del consuelo de la escucha sin resultar banal, del poder curativo de la frivolidad sin hacerte un lío al explicarlo.

En fin. El caso es que a lo tonto a lo tonto has ido rellenando líneas y al final va a resultar que no es tan difícil decir qué orgullosa y agradecida te sientes  de contar con tus amigas. Por lo pronto has conseguido terminar unos cuantos párrafos. Eso sí, cursi te ha salido un rato.

domingo, 3 de noviembre de 2013

La dimensión adecuada


Me propone un amigo mío que visite su blog y empiezo por leer un post en el que emplea la mortadela como metáfora de aquellos proyectos que se abordan sin mesura. A continuación leo lo que escribe sobre “el dinero suficiente”. Antes de seguir me paro y recuerdo el magnífico libro de Luis Racionero “El Mediterráneo y los bárbaros del norte”, en el que habla de los rasgos diferenciales de un pueblo civilizado. Junto a algunos tan propios del mundo mediterráneo como la ironía o la capacidad de alcanzar acuerdos, propone la idea de darle a las cosas su justa dimensión. El pueblo civilizado es aquél  en el que el tamaño de los proyectos del hombre es adecuado respecto a su capacidad de disfrutarlos con serenidad.

Ayer, una mujer que nunca ha salido de su pueblo me contó que planea viajar a Madrid con su marido y sus dos hijas pequeñas. No sabe mucho del viaje, porque lo han organizado otros, pero recuerda que van a visitar el parque Warner. Le sugiero que además dediquen una tarde a las barcas del estanque del Retiro. Que se note que vienen de un pequeño pueblo del Mediterráneo, en el que aún impera la elegancia de la dimensión adecuada. Creo que sus hijas no me lo perdonarán nunca. Preferirán ir a un gigantesco centro comercial de las afueras. ¿Será menos civilizado el mundo que les espera? A pesar de que prefiero el Retiro a la Warner, no lo creo. Solo será más complejo. Un lugar en el que será más difícil comportarse de manera civilizada.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Encantada de conocerme


He conocido a una persona encantadora. Os diréis que no tiene nada de particular, pero sí. Mi persona encantadora no ha aparecido en un bar, ni en un parque, ni en la puerta de un cine, ni en casa de un amigo, ni en una sala de masajes. Ha aparecido en otro entorno. Para explicaros en qué tipo de entorno, os contaré la historia de mi hija. A la vuelta de su primer día como becaria nos anunció que lo que más le había impactado como aprendizaje es la importancia de decir la frase “fulanito es un tío superválido”. Aquel hallazgo la hizo muy feliz. Le parecía que cuando supiera usarlo en una conversación habría dejado de ser una simple becaria. Lógico. Mi hija había entrado en un entorno profesional, un mundo en el que la gente de éxito es gente que “está bien”, “es buena” (profesionalmente, se entiende), es “válida” o incluso es “superválida”. Los mejores de los “superválidos” acaban siendo “un crak”. Pero nunca, jamás, en ningún caso, son personas encantadoras.

La primera reacción cuando te encuentras con una persona encantadora en un entorno profesional es la alegría; la segunda es la sospecha. Por razones que se me escapan, de pronto te planteas que no es tan importante como parece (¿realmente manda algo esta mujer, siendo tan encantadora? , ¿cómo es que me ha dedicado tanto tiempo?) ; que está aislado en la organización, necesita amigos y emplea su tiempo en entretener a ingenuos como tú (¿por qué no le importa que le llame al móvil?)  o que lo que os traéis entre manos nunca llegará a buen puerto (es imposible tanta solución y tan poco problema).

Total, que la persona encantadora, que te dedica todo el tiempo que necesitas, que te permite llamarle al móvil y te acompaña al ascensor, esa persona que te ha escuchado con interés, que no te hace saber en todo momento que estás muy lejos de ser él, ése que valora lo que le aportas con su lenguaje verbal y con su gesto; ese hombre o esa mujer que sonríe  y se compromete sin exigir a cambio tu admiración a su persona ni a su puesto ni a su organización, ese ser que quiere llegar a un acuerdo contigo de la manera más fácil, sencilla y directa posible, esa persona que procura que las cosas no se líen, esa pobre persona encantadora empieza a dibujarse ante tus ojos como un bulto sospechoso.  De pronto en tu mente ofuscada y paranoica empieza a alejarse a toda velocidad de ser alguien “superválido”,  y enseguida, sin que te des cuenta,  la  posibilidad de que sea “un crak” está a años luz de distancia.

Pues bien: este proceso  es injusto, tópico, absurdo, paranoico, ineficiente y limitante. Ya basta. Tomemos medidas a favor de las personas encantadoras. Hay que buscarlas, valorarlas, felicitarlas, agradecerles su existencia y promoverlas. Si no tienes ninguna a mano (lo cual es fácil) puedes empezar por ti mismo. Yo, sin ir más lejos, voy a intentar ser una persona encantadora. De paso, que sepáis que no contáis conmigo para que sea "un crak", o alguien “superválido”; ni siquiera para que sea una simple “tía muy válida”. Quiero ser alguien que me caiga bien. Muy bien. Quiero estar encantada de conocerme. Como la gente “superválida”, pero con razón. Difícil, pero no imposible.

sábado, 29 de junio de 2013

Madame Bovary en la Casa de Fieras



La Casa de Fieras del Retiro ha sido convertida en biblioteca pública. De repente, como si los años de remodelación se hubieran resuelto milagrosamente en cosa de semanas, ha caído el telón de la obra y se ha hecho visible la transformación. En cada gruta hay ahora un rinconcito con una mesa rodeada de estanterías, y en cada reja un ventanal, incoloro e inodoro, limpio y reluciente. Y dentro, en el lugar de aquel oso que paseaba su apestosa neurosis en un obsesivo ir y venir sobre sí mismo, hay un joven inclinado ante un libro.

Éste no es ya el lugar en el que vivimos nuestra evolución freudiana echando cacahuetes a los monos (risitas por sus culos rojos en la fase anal; fascinación ante los orangutanes onanistas años más tarde). Donde entonces había un tigre que olía a tigre hay ahora mesas blancas, librerías blancas, luz y literatura. En la jaula donde moría de desesperación la leona hay ahora alguien que lee Madame Bovary, o un tratado sobre algo, o un poema. Donde reía la hiena alguien ríe leyendo a Sharpe, y el Conde de Montecristo entra y sale de la jaula a su antojo.

Me acerco y observo al joven del libro. De pronto parece lógico que esté ahí. El Ayuntamiento se ha llevado al elefante y a la cebra, al búfalo y al avestruz. Han hecho bien. Pertenecen a especies sin problemas, que campan a sus anchas por la pradera africana. Los han sustituído por especímenes en peligro real de extinción: Seres humanos que leen libros, que acarician papel, que pasan páginas. Qué listos, los del Ayuntamiento.

Esto me digo, mientras estrello un cacahuete contra una jaula de cristal en la que alguien lee a Borges.

domingo, 9 de junio de 2013

La capa de ozono y la Guerra de los Cien Años


Ayer conocí a un hombre que nos contó que el origen del agujero de la capa de ozono está en los incendios producidos por la Guerra de los Cien Años.  Yo tenía ganas de creerle, porque me cayó muy bien y porque tiene una mujer capaz de ir a una boda con un tocado hecho de coladores, pero la verdad es que cuando los otros contertulios indagamos en el origen de su teoría no aportó fuentes fidedignas ni dato alguno para convencernos, sino que más bien, como suele decirse en mi familia, “disimuló su ignorancia con alegres risotadas”.

Deseosa de tener un nuevo amigo cargado de razón –los viejos la han ido perdiendo con el tiempo-, me lancé a buscar en Google.  Mi madre, que tiene 84 años, últimamente sostiene bastantes de sus aseveraciones con la coletilla de “lo dice Google”, así que me pareció que era el mejor modo de apuntalar mi fe en este nuevo amigo, y de paso hacerme con una teoría novedosa para ir diseminándola en mis propias conversaciones, que últimamente versan mayormente sobre los concursantes de Master Chef.

Hoy ha terminado mi viaje por Google con decepcionantes descubrimientos. En primer lugar, la Guerra de los Cien Años sólo duró 23, lo cual no me negaréis que es un bajonazo. Descubrí este particular tras infiltrarme  en una página de Wikipedia que me retrotrajo a oscuras películas medievales, con innumerables hogueras al fin de cada batalla. Envalentonada, empecé a multiplicar batallas por hogueras y por años, con el fin de dar volumen a la teoría de Europa convertida en una inmensa pira capaz de agujerear la estratosfera (supongo que es ahí donde está la capa de ozono). Pero, como, al contrario que mi nuevo amigo, no soy de ciencias, me cansé enseguida de hacer números.  Mi siguiente parada fue Juana de Arco en su propia hoguera, lo cual activó en mí algunas nuevas hipótesis, de las que también me cansé pronto. A continuación el titular “La capa de ozono gana la batalla” empezó a inclinarme decididamente hacia la idea de que mi nuevo amigo se había hecho un lío. Y finalmente,  agotada ya de mi navegación, opté por creer al pie de la letra un artículo traducido del alemán que aseguraba que la culpa es de las neveras.

Para colmo de desilusión, recordé a otro de los contertulios, que contó ayer cómo Ortega afirmaba que, al marchar a aquella guerra, los hombres se despedían de sus mujeres diciendo “adiós, me voy a la Guerra de los Cien Años”. Ni Ortega acertó, me dije, porque, ¿cómo iban a decir eso si la guerra sólo duró veintitrés? Al llegar a plantearme semejante memez tomé dos decisiones de lo más astutas: aceptar sin mirar todo lo que digan mis nuevos amigos y crear mi propia teoría sobre los concursantes de Master Chef y la relación de sus neveras con la Guerra de los Cien Años. Os juro que en ello estoy.

viernes, 19 de abril de 2013

Sí o sí


Me sugiere un amigo mío, tras leer mi comentario anterior, que empiece también a odiar la frase “sí o sí”, que vendría a ser la hermana gemela del “como no podía ser de otra manera”. Me parece muy bien: desterrémosla,  junto a  “es lo que toca” (otra sugerencia de mi amigo). Es más: ampliemos la prohibición a todas las frases que florecen en tiempos de crisis: Olvidemos “ la que está cayendo”, “capeando el temporal “, “aguantar el chaparrón”, “cuando escampe” y otras metáforas metereológicas. Prohibido referirse a “los de siempre” (que son siempre distintos, según quién habla), y decir que se ve (o no se ve) la luz al final del túnel. Otro día hablaremos de las prohibiciones en el terreno sentimental:  Se acabaron los matrimonios que funcionan. Y los que no funcionan también.

jueves, 4 de abril de 2013

Como no podía ser de otra manera


De todas las frases en boga  la que más me molesta es ésta, en la que el autor del parlamento empareja la ocurrencia de turno con lo inexorable:  “Y, como no podía ser de otra manera, haremos esto o lo otro”, dicen, y a continuación plantean cualquier memez.  Y me pregunto yo: ¿por qué no podía ser de otra manera? ¿Por qué me cuelas de rondón tu paradigma, sin pedirme permiso? ¿Por qué no te molestas al menos en justificar lo que me cuentas? Asumen que estamos de acuerdo con su opinión y la sueltan  sin despeinarse, apoyados en una subordinada de sintaxis deplorable y utilidad nula. No será usted tan imbécil de no pensar como yo; no pretenda que me canse explicándome, te están diciendo en el subtexto de su ridícula muletilla. Pues bien, que se sepa: Las cosas podrían ser de otra manera. La realidad podría ser menos ramplona, menos acomodaticia, menos previsible. Las soluciones podrían ser menos obvias, más curradas. Empecemos por el lenguaje.

martes, 12 de febrero de 2013

jueves, 24 de enero de 2013

ALGUIEN NO HA ENTRADO EN MI BLOG

"O sea que eres una bloguera tímida", me dice mi hija, dándome largas para que no le suplique que entre en mi blog. Sí, sí, muy tímida, no sé si quiero que entre alguien, le digo con la boca chica. Y ahí se queda la cosa. Entre tanto, sigo avanzando y aprendo a poner etiquetas.
ALGUIEN HA ENTRADO EN MI BLOG

Me pregunto para qué sirve en realidad un blog si no tiene visitantes, y le mando a mi hermano un vínculo. A quién si no. Un hermano es alguien que de por sí viene ya con un vínculo. Fraternal, quiero decir.  Así que creo que encajará con la idea de vincularse un poco más conmigo, de una manera algo menos obvia y decididamente más voluntaria. Espero impaciente una respuesta suya sobre la experiencia. Un "feedback", que decimos ahora. Finalmente me envía un mensaje: "tu blog mola". Adoro a mi hermano.

miércoles, 23 de enero de 2013

NUEVO NOMBRE

Olvidaba decir lo contenta que estoy por haber podido cambiar el nombre a mi blog. La etiqueta de una cerveza lituana me parece una buena ilustración.
CONSOLIDANDO

Los titulares van a su bola. Probemos a domesticarlos. De paso, a repetir la hazaña de la foto. Una cualquiera. Un cartel en medio del Camino de Santiago, con un mapa. Estamos en Palencia. El blog me deja ponerlo al tamaño que quiero, y colocar el texto a un lado de él, en lugar de debajo. El mapa marca la etapa de Castrojeriz a Frómista. Según escribo me pregunto si cuando acabe este párrafo y termine la foto que lo acompaña a la izquierda, el texto se colocará dócilmente, en plan telepático, en el lugar que quiero. Tachann, me digo. Pero no. El texto no abraza .... ¡¡sí que abraza la foto!!! Me digo que el blog es un buen invento. Rectifico. Cuando finalmente texto y foto se publican, ésta es demasiado pequeña para que el texto la abrace. Por eso estoy editando de nuevo mi texto, es decir, alargándolo. Mi propósito es dar un rodeo a ese pedazo de la meseta que va de Castrojeriz a Frómista. En el interior del amplio círculo que marco hay caminos rectos cortando ondulaciones de cereal que llegan hasta los cielos que miraba Delibes. ¿Habré escrito suficiente para que  el itinerario realizado, letra a letra, envuelva ya mi foto? Veamos. 


INTENTO DE CAMBIO DE NOMBRE

Superadas las pruebas que se describen en la primera intervención del autodidacta, éste decide cambiar el nombre al blog. Se siente mayor y el título "blog de prueba" le parece superado. Pero la cosa no es tan fácil. Por eso decide dejarlo como está. Hará de la necesidad virtud y considerará errores y carencias disculpados por el paraguas del nombre del blog. Mejor así.

martes, 22 de enero de 2013

Autodidacta

Autodidacta: aquél que se enseña a sí mismo. Ejemplo: quien se enseña a sí mismo a escribir en un blog. Alguien más valiente que un aprendiz, más osado que un alumno, alguien necesariamente más comprometido, trabajador y esforzado que un estudiante. Alguien que se desliza con los esquíes en cuña por la pendiente nevada porque ha visto a alguien hacerlo así, y que no tiene la más remota idea de cómo conseguir algún día juntar los tobillos en la cuesta abajo. El autodidacta del blog empieza por escribir cualquier cosa en un recuadro vacío. Realiza una vista previa, lo guarda y después lo publica. Lo lee y decide añadir, quitar y poner. Descubre un icono que indica la edición, y lo pulsa. Quiere aprender a publicar una foto y un enlace con un sitio web. Descubre que para publicar una foto ésta ha de estar en este blog, y que para eso debe estar en Picasa. Según parece no se puede insertar una foto desde el pc. En cambio insertar una url es fácil: htttp://www.projimoproximo.org. El autodidacta se desespera porque la única foto que consigue incorporar a su blog no pinta nada ahí. Por alguna misteriosa razón esa imagen de hace más de un siglo es la única foto del mundo apta para aparecer en ese recuadro. Pero el autodidacta es persistente, y se pone a la tarea de incorporar Picasa a su vida. Baja de su nube a Picasa y sube a la nube sus fotos. En el proceso se suceden a velocidad vertiginosa en una pantallita diminuta que aparece en una esquina del ordenador mil imágenes llegadas de las tripas del disco duro. No hay quien lo pare. Se cansa. Mañana será otro día, se dice, y así ocurre: al día siguiente, el autodidacta intenta incorporar al blog alguna de esas miles de fotos que se supone han subido a los cielos. Un, dos, tres: ¡un lirio! Una preciosa flor silvestre, nacida en Jimena de la Frontera, provincia de Cádiz. Eso sí, su imagen -quién sabe por qué- no viene de la nube, ni de Picasa, sino del disco duro (o al menos eso piensa el autodidacta).