miércoles, 30 de octubre de 2013

Encantada de conocerme


He conocido a una persona encantadora. Os diréis que no tiene nada de particular, pero sí. Mi persona encantadora no ha aparecido en un bar, ni en un parque, ni en la puerta de un cine, ni en casa de un amigo, ni en una sala de masajes. Ha aparecido en otro entorno. Para explicaros en qué tipo de entorno, os contaré la historia de mi hija. A la vuelta de su primer día como becaria nos anunció que lo que más le había impactado como aprendizaje es la importancia de decir la frase “fulanito es un tío superválido”. Aquel hallazgo la hizo muy feliz. Le parecía que cuando supiera usarlo en una conversación habría dejado de ser una simple becaria. Lógico. Mi hija había entrado en un entorno profesional, un mundo en el que la gente de éxito es gente que “está bien”, “es buena” (profesionalmente, se entiende), es “válida” o incluso es “superválida”. Los mejores de los “superválidos” acaban siendo “un crak”. Pero nunca, jamás, en ningún caso, son personas encantadoras.

La primera reacción cuando te encuentras con una persona encantadora en un entorno profesional es la alegría; la segunda es la sospecha. Por razones que se me escapan, de pronto te planteas que no es tan importante como parece (¿realmente manda algo esta mujer, siendo tan encantadora? , ¿cómo es que me ha dedicado tanto tiempo?) ; que está aislado en la organización, necesita amigos y emplea su tiempo en entretener a ingenuos como tú (¿por qué no le importa que le llame al móvil?)  o que lo que os traéis entre manos nunca llegará a buen puerto (es imposible tanta solución y tan poco problema).

Total, que la persona encantadora, que te dedica todo el tiempo que necesitas, que te permite llamarle al móvil y te acompaña al ascensor, esa persona que te ha escuchado con interés, que no te hace saber en todo momento que estás muy lejos de ser él, ése que valora lo que le aportas con su lenguaje verbal y con su gesto; ese hombre o esa mujer que sonríe  y se compromete sin exigir a cambio tu admiración a su persona ni a su puesto ni a su organización, ese ser que quiere llegar a un acuerdo contigo de la manera más fácil, sencilla y directa posible, esa persona que procura que las cosas no se líen, esa pobre persona encantadora empieza a dibujarse ante tus ojos como un bulto sospechoso.  De pronto en tu mente ofuscada y paranoica empieza a alejarse a toda velocidad de ser alguien “superválido”,  y enseguida, sin que te des cuenta,  la  posibilidad de que sea “un crak” está a años luz de distancia.

Pues bien: este proceso  es injusto, tópico, absurdo, paranoico, ineficiente y limitante. Ya basta. Tomemos medidas a favor de las personas encantadoras. Hay que buscarlas, valorarlas, felicitarlas, agradecerles su existencia y promoverlas. Si no tienes ninguna a mano (lo cual es fácil) puedes empezar por ti mismo. Yo, sin ir más lejos, voy a intentar ser una persona encantadora. De paso, que sepáis que no contáis conmigo para que sea "un crak", o alguien “superválido”; ni siquiera para que sea una simple “tía muy válida”. Quiero ser alguien que me caiga bien. Muy bien. Quiero estar encantada de conocerme. Como la gente “superválida”, pero con razón. Difícil, pero no imposible.