Ayer conocí a un hombre que nos contó que el
origen del agujero de la capa de ozono está en los incendios producidos por la
Guerra de los Cien Años. Yo tenía ganas
de creerle, porque me cayó muy bien y porque tiene una mujer capaz de ir a una
boda con un tocado hecho de coladores, pero la verdad es que cuando los otros contertulios indagamos en el origen de
su teoría no aportó fuentes fidedignas ni dato alguno para convencernos, sino
que más bien, como suele decirse en mi familia, “disimuló su ignorancia con
alegres risotadas”.
Deseosa de tener un nuevo amigo cargado de razón –los viejos
la han ido perdiendo con el tiempo-, me lancé a buscar en Google. Mi madre, que tiene 84 años, últimamente sostiene
bastantes de sus aseveraciones con la coletilla de “lo dice Google”, así que me
pareció que era el mejor modo de apuntalar mi fe en este nuevo amigo, y de paso
hacerme con una teoría novedosa para ir diseminándola en mis propias
conversaciones, que últimamente versan mayormente sobre los concursantes de
Master Chef.
Hoy ha terminado mi viaje por Google con decepcionantes
descubrimientos. En primer lugar, la Guerra de los Cien Años sólo duró 23, lo
cual no me negaréis que es un bajonazo. Descubrí este particular tras
infiltrarme en una página de Wikipedia
que me retrotrajo a oscuras películas medievales, con innumerables hogueras al
fin de cada batalla. Envalentonada, empecé a multiplicar batallas por hogueras
y por años, con el fin de dar volumen a la teoría de Europa convertida en una
inmensa pira capaz de agujerear la estratosfera (supongo que es ahí donde está
la capa de ozono). Pero, como, al contrario que mi nuevo amigo, no soy de
ciencias, me cansé enseguida de hacer números. Mi siguiente parada fue Juana de
Arco en su propia hoguera, lo cual activó en mí algunas nuevas hipótesis, de
las que también me cansé pronto. A continuación el titular “La capa de ozono
gana la batalla” empezó a inclinarme decididamente hacia la idea de que mi
nuevo amigo se había hecho un lío. Y finalmente, agotada ya de mi navegación, opté por creer
al pie de la letra un artículo traducido del alemán que aseguraba que la culpa
es de las neveras.
Para colmo de desilusión, recordé a otro de los
contertulios, que contó ayer cómo Ortega afirmaba que, al marchar a aquella
guerra, los hombres se despedían de sus mujeres diciendo “adiós, me voy a la
Guerra de los Cien Años”. Ni Ortega acertó, me dije, porque, ¿cómo iban a
decir eso si la guerra sólo duró veintitrés? Al llegar a plantearme semejante
memez tomé dos decisiones de lo más astutas: aceptar sin mirar todo lo que digan
mis nuevos amigos y crear mi propia teoría sobre los concursantes de Master
Chef y la relación de sus neveras con la Guerra de los Cien Años. Os juro que en ello estoy.
Es una pena. Estaba entre los invitados a la cena, y a mi tambien me parecio que la teoria estaba formulada "a humo de pajas", y nunca mejor dicho, pero me gusto. Por lo demas, la cena estupenda, y el blog d.e mi amiga Aldara un descubrimiento. Animate y vuelve a escribir, guapa.
ResponderEliminarPues uno no estuvo allí, pero a fé mía que debió de beberse mucho, hasta confundir capa de ozono estratosférica con ozono contaminante. (Ver http://www.youtube.com/watch?v=XFLIAkKL_X4, minuto 11:00). En todo caso, los incendios, medievales o contemporáneos, no se comen el ozono sino que lo producen. Los que saben de ozono estratosférico dicen que el agujero se debe a las neveras, los aerosoles y el transporte aéreo. Y los que saben de La Guerra de los Cien Años, o sea la guerra medieval entre los reinos de Francia e Inglaterra, dicen que duró 116 años (1337-1453). No sé qué Wikipedia maneja vuesa merced. Saludos desde la Tierra Media.
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