miércoles, 14 de enero de 2015

Escapadas



   Alguien se sorprendía hace poco de que la publicidad turística anuncia “escapadas” en lugar de “viajes”: ¿Pero dónde vivís, en Alcatraz? Según parece, apuntarse a un viaje al Mar Menor o a un fin de semana en Cuenca no es cambiar de ambiente, sino fugarse de alguna jaula, y cada uno tiene la suya; incluso dicen que las hay de oro, y que están bien si eres muy cursi.  Mis cuñadas y sus primas pasaban temporadas de su adolescencia en una casa familiar de la que escapaban por las noches. “¡Por la ventana!”, decía la más intrépida. “Pero si está la puerta abierta”, objetaba alguien, y acababan saliendo por la ventana, porque las huidas tienen sus protocolos. Luego llegaban a alguna discoteca prohibida y la intrépida decía a las sensatas: “Id besándoos”, y se largaba. Las otras se preguntaban si estaría pasando a mayores con algún otro fugitivo en un escondite ultra secreto de la discoteca, dado que los escondites son importantes en las fugas. El caso es que ella en la discoteca se esfumaba; era una redundante de la escapada. Hacía bien: una vez  has logrado la fuga, puedes hacer con ella lo que quieras. Incluso volver a casa y ponerte a pensar en el porqué de la manía de evadirte, en el sentido de consumir tanta literatura o cine de evasión y en las razones de ese empeño en planear escapadas y de estar siempre con la mente en otro aquí y otro hoy. Lo malo de volver es que puede ser triste, en especial si caes en la cuenta de que en tu ausencia nadie te buscaba. El fugitivo ideal está siempre perseguido por alguien, y eso le sube la autoestima. En ese sentido los raptos están muy bien.  Tuve un novio que siempre amenazaba con raptarme, pero nunca lo cumplía, así que le dejé por bocazas y me hice con otro que solo aspiraba a estar donde había que estar (sí, sé que no tiene mucho que ver, pero me apetecía contarlo).  
     Tengo un amigo en la cárcel, con el que se ha cometido una grave injusticia. En prisión lee, enseña inglés a otros reclusos, hace ejercicio, escribe, aprende. Como Viktor Frankl, el más famoso de los presos de los campos de concentración nazis, mi amigo es un hombre optimista, así que su manera de evadirse de la cárcel es usar bien su mente y su cuerpo. Sus cartas no son escapistas, pero tampoco tristes. Son de una dignidad absoluta, bienhumorada, sana. Deberíamos imitarle los que soñamos con huir en lugar de aprender a vivir. Otros amigos míos han protagonizado grandes fugas:  gente que ha escapado de un mal matrimonio, de las drogas, de una enfermedad gravísima o de la ruina. Esas sí que son escapadas que valen la pena.  Me gustaría reunirlos a todos para hacer una escapadita al Mar Menor.


4 comentarios:

  1. Mariquilla Loring comenta:

    Vaya por delante que una escapada al Mar Menor me parece un planazo si se va con el grupo adecuado, pero mi entrada en este blog no es para promocionar el turismo de Murcia, si no por alusiones.
    Soy una de las cuñadas, aficionadas a la fuga, que se menciona en el blog y quisiera aclarar unas cosas pues parece a primera vista que éramos un grupo de primas, algo “pendones” al mando de otra más “pendón” todavía que nos llevaba de discotecas. Nada más lejos de la realidad y lo digo con cierta pena, porque no solo no éramos nada atrevidas sino más bien bastante pazguatas que era lo normal en aquella época.
    L a acción transcurría de la siguiente manera: Varias primas pasando el verano en una casa familiar en Málaga con una pandilla con la que nos reuníamos todas las tardes. La novedad consistía en ir a la discoteca donde sabíamos que estaban nuestros amigos pasando la tarde/noche pero que por supuesto no nos esperaban para nada, porque estaban buscando a la extranjera de turno, pero como la mayoría de la veces no se cumplían sus expectativas, al final se conformaban con echar un baile con nosotros. Lo importante era llegar pisando fuerte por si nadie nos hacía caso y por eso nuestra líder pensaba que si salíamos por la ventana en lugar de salir por la puerta, ya el plan tenía algo de transgresión que lo hacía más divertido y con su dosis de riesgo porque más de una vez nos arañamos las piernas con el seto. La llegada a la discoteca era bastante penosa porque nuestros amigos, por lo menos los que nos gustaban, se hacían un poco los interesantes y por eso nuestra líder consciente que la cosa no iba a ser fácil, nos decía al llegar:” pedir un vodka con naranja que así os poneis más simpáticas”. Claro está que la naranja la pedíamos sin vodka porque no nos gustaba nada y éramos pazguatas, pero no tontas y sabíamos que era más un tema de decisión que de simpatía y ni con 100 vodkas hubiéramos conseguido nada si no es porque algunas veces la suerte estaba de nuestra parte y las extranjeras en otra discoteca . La líder que desaparecía según llegaba para luego decirnos que había ligado contaba con que nosotras lo íbamos a dar por bueno porque a cambio sabíamos que tampoco ella nos iba a preguntar si la naranjada iba con o sin vodka. Y así tan contentas dábamos por finalizada nuestra aventura . De vuelta a casa, muertas de risa, pasábamos por la cocina para comernos los restos de una paella pétrea que sacábamos de la nevera, no sin cierta repugnancia por mi parte, para cumplir con los deseos de la líder que como estaba permanentemente a régimen lo tenía totalmente prohibido. Esta era nuestra verdadera transgresión. Con todo y con eso, esos veranos los recuerdo como los mejores de mi vida.

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  2. Me gusta mas y creo que es mas clara la tipografía del aldaraviendoleyendo.
    Estupendo el texto¡¡¡

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  3. Me gusta mucho como escribes y no sobraba el comentario de los novios. Le da un poquito de sal. Tambien me ha gustado la respuesta por alusiones aunque era innecesaria,en esa epoca,la mia,no habia pendones nacionales. Sigue echandole sal y pimienta a tus relatos no nos interesa la realidad.

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